domingo, 9 de enero de 2022

Mis fases y motivos para no denunciar

 No voy a mentir; no estoy bien ahora mismo. Pensé que la última (ahora penúltima) entrada sería mi despedida definitiva del blog. Mi adiós. Mi tirar las cenizas al mar. Pero nunca sabes detrás de donde vas a encontrar una piedra que te haga trastabillar un poquito.

Y quien dice piedra, dice Jose. A las duras, a las bravas. No algo que te haga recordar, no alguien que se te parezca y te traiga recuerdos dolorosos. NO. El mismísimo causante de TODO el dolor, vergüenza y sufrimiento por el que has pasado en la vida tocando a la puerta virtual y abriéndola para dejar entrar de todo: Miedo, rabia, frustración, pesadillas y vuelta a preguntarse mil cosas. Y vuelta a sentirse pequeña y culpable.

Juro que considero que lo he superado. Puedo hablar de ello sin problema, puedo recordar momentos sin problema, puedo tener relaciones sanas con hombres sin dejar que aquellos casi dos años me afecten en nada. Pero sin embargo no puedo evitar que me flaqueen las piernas y entre en pánico en medio de un supermercado con ganas de tirarme al suelo y llorar si de repente me llega un WhatsApp suyo. Y tampoco puedo evitar todo lo demás. Ni los pensamientos intrusivos ni las pesadillas...

Supongo que todo tiene que ver con que no es lo mismo que yo recuerde, que yo elija a que él, persona sin ningún derecho ni permiso para entrar en mi vida, lo haga. Y encima de esa manera. Como si no hubiera pasado nada. Ni siquiera más de diez años.

Todo esto, por supuesto me hace volver a la culpa. A la culpa entre otras cosas (y sí, sé de sobra que yo no tengo culpa de nada) de no haber denunciado, de pensar si las cosas serían diferentes o si él se lo pensaría dos veces si mínimo hubiera pasado una noche en el calabozo por lo que me hizo a mí y a muchas más.

Pero nunca lo hice. 

La primera vez que tuve la posibilidad de hacerlo fue cuando aquellos 6 policías vinieron a mi casa. Ellos entraron con la excusa perfecta que yo les di cuando al abrir la puerta de casa les dije que se nos había roto la ventana de la terraza (que había pasado, efectivamente. Un puñetazo de Jose había roto la ventana de mi décimo primer piso rompiendo los cristales y haciendo que cayeran a la calle). Ellos cogieron la excusa al vuelo y me pidieron si podían entrar para verlo. Les dejé entrar y les llevé a la terraza, donde estaba Jose que siguió con la mentira de cómo se nos había roto la ventana. Nos tomaron los datos "por si alguien se había hecho daño y quería denunciar" y amablemente me preguntaron si la casa era mía y si podía por favor acompañar a uno de ellos fuera. Y entonces con la mayor delicadeza del mundo me preguntó si estaba bien. Y me contó que no estaban en mi casa por la ventana sino porque había recibido llamadas de vecinos a causa de los gritos y golpes que se escuchaban. Y yo mentí, por supuesto. Le dije que no era nada de eso lo que estaba pasando. Que estábamos discutiendo, porque señor agente y Jenn, TODO el mundo discute, y se grita y se le va un poco de madre con el volumen y las cosas que se dicen, pero las palabras se las lleva el viento y aquí no ha pasado nada. Únicamente que con el fulgor de la discusión se había apoyado el banco de abdominales con mucha fuerza sobre la ventana, y ésta se había roto.

Obviamente no me creyeron y aprovecharon otro momento para dejarle claro a Jose que aunque yo dijera que no, sabían lo que estaba pasando y le amenazaron un poquito. Pero recuerdo que aquello de "las palabras se las lleva el viento" es algo que utilicé en infinidad de ocasiones cuando alguien me preguntaba.Y nunca llevé un moretón a la vista que pudiera contradecir que todo aquel ruido que salía de mi casa no eran más que gritos y sillas cayéndose al suelo.

En aquel momento ni me planteé denunciar ni decir nada que no fuera la mentira que sobre la marcha habíamos creado.

Cuando unos meses después la verdad salió a la luz y mi prima me llevó a la comisaría prometiéndome que no íbamos a denunciar, que solo íbamos a contemplar la posibilidad y a hablar con alguien sobre los pasos a seguir y qué ocurriría si lo hacía, decidí que tampoco.

Si todo hubiera sido diferente y aquel día yo hubiera dejado a Jose de otra manera y no a las bravas quizá lo hubiera hecho. Pero en aquel momento yo sentía pena por Jose por cómo había pasado todo y lloré y supliqué que no me obligaran a hacerlo. Sobretodo después de que en la comisaria nos confirmaran que si lo hacía, esa noche la pasaba en el calabozo. Es curioso cómo me escandalizó tantísimo esa posibilidad. Como si no se lo mereciera. Como si todo lo que había pasado hasta ese momento, que fue MUCHÍSIMO, no hubiera sido suficiente como para pasar una noche en el calabozo o cien.

Y en aquel momento hubiera sido fácil que me creyeran. Tenía de testigos a mis vecinos, había una denuncia y una visita de la policía (con sospechas) recientes y mi cuerpo estaba completamente cubierto de moretones que en urgencias se encargaron de plasmar en un parte de lesiones. Porque mi familia me respetó pero gilipollas no fueron y se encargaron de tenerlo todo listo por si yo cambiaba de opinión y decidía denunciar. Ellos no fueron gilipollas pero yo...  y aquí está otra vez la culpa en camino a visitarnos por aquello que debimos hacer y no hicimos.

Supongo que cuando al final decidí romper con aquello, cuando al final abrí los ojos y me di cuenta que tenía que salir de allí lo de denunciar me pareció ridículo e innecesario.

Primero, porque Jose prometió que nunca más me pegaría y nunca más lo hizo. Pegó a las paredes, a las puertas, a las mesas, pero no a mí. Siguió con el machaque continuo psicológico pero a mí no me pegó... cómo si únicamente la violencia física fuera la que marcara. Pues no, lo golpes duelen, los moretones duelen pero acaban desapareciendo solos. Lo que no se va tan fácilmente son los recuerdos, el daño en la autoestima y todo el machaque psicológico al que te someten cada día. Pero ¿cómo demuestras que te maltrata psicológicamente? Además recordemos que en aquel momento Jose había llevado a la que semanas después sería su nueva novia (si alguna vez lees esto Rocío, lo siento. Siento no haberte avisado, siento no haberte ayudado, siento no haber denunciado para que a ti no te pasara) a nuestra casa y yo me había enterado. Esto ayudó y precipitó el que le mandara a la mierda pero claro, una denuncia por maltrato en ese momento podría y probablemente así sería, ser juzgada como una venganza por cuernos o porque me han dejado. Y mira chica, bastante tenía yo con lo que tenía como para que encima alguien me llamara mentirosa o cosas peores.

Así que no, nunca denuncié. Por miedo, por pena o por vergüenza, no lo hice. Quizá no hubiera cambiado nada y aunque lo hubiera denunciado Jose seguiría creyendo que lo que pasó o lo que me hizo no fue tan grave y que por ello puede mandar un mensaje para hablar como si no hubiera pasado nada.

¿Pero sabéis lo que más me cabreó ayer? Voy a intentar describir tanto la conversación como lo que pensé y sentí.

Estoy en medio del Carrefour haciendo la compra para mi nueva vida. Acabo de cambiarme de ciudad para perseguir mis sueños. Todo es genial y fantástico pero tengo la nevera vacía. Suena el WhatsApp y en la pantalla bloqueada aparece "J." como emisor del mensaje y un "Hola". Como a WhatsApp se le va la olla muchas veces y aunque tengas el teléfono guardado en la agenda, en la pantalla bloqueada te pone su nombre de usuario, pienso que a lo mejor me está escribiendo otra J. Abro el mensaje y en vez del nombre con el que lo tengo guardado (que ahí sí que me parecería) me aparece un número de teléfono. Antes de pararme a leer el número, me doy cuenta de que no es la J que creo y escribo un simple "quién eres". Pero ya lo sé. Ya he leído el número y ya sé quién es esa J. No me voy a olvidar de ese número en la puta vida. Da igual que hayan pasado diez años o pasen treinta. Al otro lado del teléfono siguen con su discurso preparado de "Seguramente no quieres hablar" "Pero a mí me molaría hablar" con interrupciones de contestar a mi "quién eres" con un "J." seguidos de su nombre y apellidos completos por si quedaba alguna duda. Como no necesito ese mensaje confirmando su identidad, yo ya estoy en ese momento escribiendo mi respuesta.

Aquí debo parar y decir que no es la primera vez que Jose me escribe. Por lo que creo saber lo que está pasando. Creo saberlo en primer lugar porque lo viví con él y en segundo lugar porque ya me escribió hace cuatro años.

A Jose a veces le sacan de su realidad y le devuelven al mundo. Suele ser en forma de hostia gigante con desgracia y drama de por medio. Esto hace que tenga que buscar ayuda profesional y el primer paso siempre es pedir perdón. "Si quieres ponerte bien, Jose debes pedir perdón por todo el daño causado a todas las personas a las que se lo has causado" PERO VAMOS A VER. Tú eres psicólogo o el cura del pueblo? En serio nadie piensa en las víctimas? Que vale que tu paciente sea él y mires por su bienestar, pero nadie piensa en cómo puede afectarle a una persona a la que este individuo (por llamarle algo) ha estado maltratando física y psicológicamente durante cierto tiempo, que de repente se ponga en contacto contigo máxime cuando han pasado diez años de aquello?

Así que cuando la visita al psicólogo y la tarea propuesta suceden, hay que hacer la ronda de la vergüenza y ponerse a llamar a las ex para ver si quieren atenderte y escuchar tus disculpas de mierda. Estando con él lo viví en dos ocasiones y hace cuatro años una tercera.

De repente recibí un mensaje de él al que no supe ni contestar. De hecho no contesté. Me pedía hablar y hacía referencias a mi vida actual. Recuerdo que decía algo así como "ya veo que ahora bailas" lo que implicaba que había estado bicheando algunas redes sociales y que seguía siendo bastante gilipollas como para que el hecho de que bailara fuera algo destacable ya fuera porque no consideraba que estuviera bien que en mis redes hubiera vídeos bailando con hombres o bien como si estuviera bien que después de cuatro años ya hubiera recuperado algo de cordura para saber que no pasa NADA por hacer cosas normales con hombres como bailar sin que signifique algo más y subirlo a las redes.

 Como no contesté, y al parecer tenía muchas ganas de hablar, se descargó Telegram y me escribió por allí. Pero tampoco contesté. De repente, empezó a salirme recomendado en todos sitios. En el Facebook, en Instagram. Y aunque tardé medio segundo en bloquearle y poner la cuenta de Instagram en modo privado, no pude evitar cotillear su último post del Facebook que es el que me dio la clave de lo que estaba pasando. Decía algo así como que en la última semana había perdido su perro, su casa, su coche y su trabajo. BINGO! Visita al psicólogo de rigor y a contactar con todo el mundo... 

Tardé una semana en contestar al mensaje. Grabé ochocientos audios con lo que quería decir y finalmente lo envié. Básicamente le decía que aunque tenía muchas cosas que decirle, hacerlo probablemente me convertiría en una persona que no quiero ser porque tendría que sacar mucho veneno fuera. Y que no, que no iba a convertirme en alguien que no quiero por él y que no tenía nada de que hablar. Y su respuesta fue ÉPICA. Me dijo que TRANQUILITA, que ya no tenía nada de lo que hablar y que no iba a molestarme más en la vida. (JA JA JA No tiene mucho futuro como adivino el colega). Es decir, en el tiempo que yo había necesitado para pensar una respuesta, tiempo que me lo pase con pesadillas, comeduras de cabeza, ansiedad, etc, etc él ya se había cansado de la terapia y ya no había nada de lo que hablar ni por lo que pedir perdón y a otra cosa mariposa. No te creas tan importante Jenn. Sigue con tu vida y olvídate de mí. 

En España se fusila poco, verdad?


Toda esta explicación para que se entienda el mensaje que ayer le puse y ya estaba escribiendo mientras él contestaba a mi "quién eres" inicial. Y le puse "qué pasa que has vuelto a ir al psicólogo después de joderle la vida a alguien mas y te ha pedido que pidas perdón a todo el mundo como de costumbre?" Y OJO aquí, a lo que más me cabrea de todo; porque yo ayer pasé por muchos estados, incluido el de ponerme a llorar en medio del Carrefour mientras llamaba a mi mejor amiga para que me hablara de otras mierdas y no tener que tirarme al suelo o salir corriendo dejando mi compra y  mi coche abandonados. Pero el estado en el que llevo desde ayer es el del enfado y la rabia. Estado que por otro lado espero que no me acompañe más allá del día de hoy porque chavales, a los hijos de puta no hay que darles absolutamente nada, ni tiempo ni pensamientos ni nada de nada de nada. O por lo menos intentarlo, porque ya sabemos que la cabeza va bastante por libre.

El caso es que su respuesta a mi mensaje, que OJO no fue en modo ataque, fue en modo, "Chico, qué pereza. Déjame en paz" su respuesta a mi mensaje fue "Wo"

Perdona??? Te parece mucho?? Te asombra?? Te parece desproporcionado?? O es que simplemente se te ha olvidado que han pasado diez putos años y sigues pensando que soy el trapo humano que era cuando estaba contigo y te sorprende que tenga cojones para mandarte a la mierda y ser bastante clara? En serio, "Wo"?????

Después le pedí que me dejara en paz y antes de que el bloqueo se hiciera efectivo le dio tiempo a ponerme "Vale" "Entendido" "Disculpa".

Pero la cosa no acaba aquí, no.

Ahora viene todo lo demás. Que somos muy valientes y decididas de primeras por mensaje pero ahora hay que luchar contra las pesadillas que esta primera noche ha sido tan bonita que levo despierta desde las 6 escribiendo esto, hay que luchar contra la vergüenza, contra los recuerdos pero sobre todo contra la culpa.

Y no la culpa de hace diez años. La culpa de ahora. La de "me he pasado? "estoy equivocada y no me ha escrito por eso?" "soy mala persona?" "mi mensaje está mal?" "todo el mundo merece explicarse y tu actitud no es de la persona que quieres ser y crees que eres", etc, etc

No espero respuestas a mis preguntas. Como todo en esta situación, lo que te digan ayuda pero no influye. La mente tiene sus procesos y debo entenderlo todo por mí misma si quiero que las pesadillas y todo lo demás desaparezca y pueda disfrutar como merezco de esta nueva etapa que viene, de la suerte que tengo y de todo lo increíblemente bueno que tengo en mi vida.

Gracias una vez más por llegar hasta aquí.