sábado, 24 de agosto de 2013

El lloraba y yo le consolaba...

Recuerdo el día que el psiquiatra de Jose le pidió que me llevara a una de sus sesiones. Era una de las condiciones que ambos nos habíamos puesto para volver a intentarlo, para luchar contra el mundo. Su psiquiatra creía que sería bueno que tuviéramos una sesión conjunta, porque necesitaba saber mi parte de la historia y ver cómo vivía y había vivido yo aquella situación. Además así él podía explicarme en qué estaba consistiendo su terapia y darme algunas claves para solucionar posibles situaciones difíciles.

El psiquiatra quería saber si había alguna situación o escena que yo recordara especialmente de las que habíamos vivido. Yo contesté que había tres situaciones que por alguna razón tenía más grabadas en mi memoria que el resto. Olvidar no había olvidado ninguna pero por alguna razón que no sabía cual era, esas tres estaban grabadas a fuego y si me preguntabas saltaban como un resorte. Cuando terminé de contarlas, fue el psiquiatra el que me dijo por qué no era capaz de olvidarlas. Todas tenían un denominador común y ese era la impasividad de Jose ante lo que estaba haciendo. 

En la mayoría de los casos y situaciones en las que las cosas se descontrolaban, cuando se ponían demasiado feas, Jose reaccionaba. Era como si se activara un click en su cerebro que hacía que se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Pero en esas tres... en esas tres hasta se vanaglorió de lo que estaba haciendo y actuó como si no fuera para tanto.

Así que le conté las tres situaciones, los tres golpes que yo tenía en mente. Pero lo que el psiquiatra quería eran los detalles... saber que es lo que había pasado. Fue muy duro. Nunca había contado aquello a nadie. Nadie sabía cómo había vivido yo aquellas situaciones y mucho menos Jose. Nosotros queríamos olvidar, que él se curara y olvidar y aquel hombre quería que yo recordase, que sacara de dentro lo que había sentido...

Y cómo le explicas a un desconocido que no puedes olvidar como tu novio no para de darte patadas mientras estás tirada en el suelo hecha un ovillo, cubriéndote la cabeza y sin poder hacer nada más que esperar... y que lo único que hace que pare es que suene el timbre de la puerta. Al abrir, había seis policías nacionales grandes como armarios parados en el umbral. Como salimos de aquel lío no importa mucho, pero si recuerdo que cuando se fueron, Jose me dijo que por mi culpa él acabaría en la cárcel y que qué bien debía sentirme de que me habían venido a rescatar seis tíos buenos impresionantes. La policía había estado en mi casa, tenía todo el cuerpo dolorido y a él le preocupaba que me hubiera gustado alguno de los policías.

O cómo le explicas que el único recuerdo que tienes de Barcelona, es estar en una terraza de un centro comercial y recibir una patada en la espinilla tan fuerte que el moratón tardaría 6 meses en desaparecer del todo, y que cuando miras a tu alrededor para ver si alguien se ha dado cuenta de algo, que el sonría con superioridad sabiendo que no, que no hay nadie que vaya a ir a decirle nada. 

O cómo le explicas que un día cualquiera en mitad de una de las muchas discusiones recibiste un puñetazo tan fuerte en la boca del estómago que pensabas que te morías al quedarte sin aire y no poder respirar, pero que su reacción al verte sin respiración es decirte que no hagas teatro que no te ha dado tan fuerte.

Pues es muy duro, y muy difícil de explicar pero es que es la realidad y ese hombre necesitaba que yo se lo contara. Y necesitaba que Jose lo escuchara, que supiera cómo había sido, que se enfrentara a mis recuerdos porque eran responsabilidad suya. 

Hoy pienso en ello y me veo a mi misma consolando a Jose cuando escuchó mis tres historias, llorando desconsolado pensando en que yo no podía olvidar eso de él, en que cuando le veía recordaba esas tres cosas. Pero yo no estaba mejor que él. Y creía que los que teníamos razón éramos nosotros. Y que el ¿amor? todo lo puede. Y que él podía cambiar. Y que yo podía aprender a controlarle, a ser fuerte y a no permitir esas situaciones. Y no estábamos del todo equivocados... 

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